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Tu Yoga, Tu vida. Historia de un dia Naradeva

Tu Yoga, tu vida / El Yoga, la vida. La historia de un día.

Son las 8:00 am, y algo rompe el silencio, suena insistentemente una campana que marcará el inicio del que será, sin ninguna duda, un día muy especial en la historia del Ashram Naradeva en Segovia.

Desde la tarde anterior, de distintos lugares, como llamados por un silbato mudo cuyo sonido pasa desapercibido para aquellos que no han conectado con su frecuencia, fueron llegando alumnos y profesores hasta superar con creces todas las previsiones.

Hace un tiempo excelente, como a medida; cielo despejado, una brisa fresca que enfría el rostro de los madrugadores que van a “ordeñar” de la montaña el agua con la que nos obsequia casi todo el año, y de fondo el hilo musical de la naturaleza.

Este sonido nos acompaña al comenzar el día; cómo no, con una práctica de yoga, más yóguica que nunca, que antecede a las muchas actividades programadas para “EL DÍA CON YOGA”, que celebramos todos los años. Una jornada completa de convivencia con Yoga de la cada vez más numerosa, familia del alma Naradeva.

“Buenos días, pasad y sentaros donde podáis”, y así era, muy cierto, ¡donde pudiéramos! porque para los que llegamos un poco más tarde el tema del sitio estaba complicadillo (dos y tres personas por esterilla). La sala más que completa estaba ¡abarrotá!, que dirían los del Río.

Más de 130 personas acudimos a la cita y escuchamos con mucha atención las palabras de bienvenida de Ananta. Su sola presencia es una lección: a pesar de los años que le conozco y de las muchas ocasiones en las que le he escuchado, siempre aprendo de él algo nuevo que enriquece mi vida.

Como no podía ser de otra manera, meditamos y a continuación, nos acompañó la voz de la Diosa del Ashram, (como en ocasiones cariñosamente llama Ananta a su mujer Uma), entonando un mantra que se abre camino entre los voluntariosos músicos; mientras el (al principio tímido) público intenta repetir la letra. La timidez, en escasos momentos, se transforma en descaro y los primeros gallos afloran, aunque son ocultados por el ruido de palmas y de voces desinhibidas que se alzan un poco más de lo deseable. Se nota que ya hay confianza y que se han roto todos los complejos.

Finalmente, después de unos pocos mantras más, tras reiterar la bienvenida y comentar las actividades que realizaremos en la jornada, algunos tienen su primer contacto con el KARMA YOGA.“No estamos en un hotel, sino en un Ashram”… ¿y qué?... pues ya sabéis, todos pondremos nuestro granito de KARMA (esto es, SERVICIO desinteresado a los demás).

Om Shanti,… y vamos a desayunar.

Hay tres cosas que hacemos constantemente en el Ashram: una es escuchar, la otra hablar y la tercera… comer a todas horas. Perdón me falta otra… tocar la campana. Pronto esta vuelve a sonar y toca “a desayunarrrr”.

La cocina, el comedor,… una locura; parecemos hormiguitas. Uma, siempre atenta, nos organiza: “dejad que se sienten todos los alumnos primero, después si hay sitios libres vosotros”, y es que se nos quedo pequeño el comedor. Eso sí, el karma también llego a cada mesa en forma de un papel con las tareas asignadas para el día; por ejemplo: “recoger mesas, preparar comida,..”

Y como siempre, surge el milagro: todos callados, nadie se atreve a entablar conversación, se corta el silencio,… ja, ja, es broma. No paramos de charlar, se nos pega el trasero a la silla: parece que todos somos viejos amigos que hace mucho tiempo que no se ven. No deja nunca de sorprenderme cómo se nos suelta la lengua. Incluso personas que no suelen hablar mucho entablan conversaciones cuasi transcendentales con, hasta hace unas pocas horas, completos desconocidos. ¿Por qué será?

Por fin, silla del comedor en mano bajamos y nos vamos congregando en el prado de la entrada, continúan los grupos, continúan las conversaciones y…. vuelve a la carga Ganesha y su campana… ¡Vamos, paseíto hasta la Presa! Puesto que nadie sabe responder a la pregunta: ¿Y cómo se llama la presa?, creo que ya va siendo hora de re-bautizarla como La Presa Naradeva. Al fin y al cabo no hay semana que no le hagamos varias visitas, es como de la familia.

Cuesta ponernos en marcha pero hace un tiempo excelente y la naturaleza nos invita; botellita de agua, gorra, sobrero,… y los pies se ponen en marcha: al principio muy animosos; después, ya veremos.

Primera parada, La Poza. Un agua limpia y fresca, muy fresca, o, siendo sinceros: helada. Continuamos camino con una “ligera” subida y ahí es donde empiezan a perder el ánimo nuestros pies. Gracias a que la conversación continua con buen ánimo y aunque ya la columna se ha transformado en grupos que se desperdigan en el camino, cada vez mas empinado, no hay que preocuparse demasiado: enseguida llegamos a la Presa Naradeva y volvemos a reunirnos.

Qué decir: vistas espectaculares de la zona, del agua embalsada, y una sensación de plenitud que seguro no comparten algunos pescadores que, con mala cara, nos recriminan con la mirada el haberles espantado la pesca. Y es que, como no podía ser de otra manera, el agua atrae, primero a unos pocos atrevidos y después a otros muchos; todos al grito de “hay que meter los pies en el agua, que esta fría pero es buena”. Yo me abstengo, que lo mío son las fotos.

Pronto bajamos, mucho más rápido, hasta el Ashram. Esta vez, sin campana ni nada, nos esperan unas mesas cargadas de frutas: plátanos, cerezas, albaricoques,… también zumos y otras cosillas. Ya os lo hable antes sobre los posibles efectos secundarios: esto del yoga en el Ashram Naradeva puede engordar.

A ver si lo adivináis… ¿Qué repica entre las conversaciones y los sonidos del campo?, lo habéis acertado…. Ganesha vuelve a la carga con la campanita de los…. siete metales (no seáis mal pensados).

¿Recordáis las sillas que bajamos después del desayuno? Pues fueron acompañadas de unas colchas, cojines y todo ello colocado a la sombra de otros frondosos árboles. Allí, al pie de una esplendida secuoya, ya nos esperaba Ananta, que, por cierto, estuvo más Ananta que nunca durante todo el día. Es imparable.

Sinceramente para mí, y seguramente para muchos de los que allí estuvisteis, si hubiera que destacar un momento de la jornada sería este: la clase de Yoga con mayúsculas (y sin asanas) que nos impartió Ananta. No comentaré lo que dijo, que, como siempre, fue enriquecedor; sino la gran emotividad y sinceridad con la que se expresó. En pocas palabras, nos abrió su corazón y en ciertos momentos rompió el nuestro. Algunas lagrimas brotaron de algunos ojos y más aún cuando Uma canto un mantra que Ananta le suele pedir en ocasiones como esta.

Y….. ya sabéis suena la ¿Adivinas? ¡campana! y toca ... lo imagináis, ¿verdad?: ¡ A comer !

Bueno, como podéis deducir fácilmente las mesas estaban ya puestas, la comida preparada y servida,… Conseguimos después de varios intentos hacer un círculo, unimos nuestras manos y recitamos la bendición… Om Shanti... y ¡a por el ibérico!, ja, ja,… ja,.. hubiéramos querido algunos.

La comida nunca se acaba: salmorejo, arroz con verduras, queso; café, infusiones, y, de premio, helado de nata y chocolate. Y, por supuesto, mucha, mucha conversación. Tenemos tanto que contar que parece que en nuestras casas no hablamos.

Y ahora, sin campana ni nada, ya por libre sin reparo ni vergüenza en busca del un momento yóguico sublime, único, efectivo, reparador… la asana hispana por excelencia: la SIESTASANA.

Unos dentro, en las habitaciones, y otros fuera; en contacto con la naturaleza, a la sombra de los árboles o de las secuoyas o de un tiesto: lo importante es la sombra ¿o no?

Y qué a gusto estaba cuando, ya no sé si fue Ganesha pero alguien fue.. la tocó de nuevo.
¡Odio esa campana!, la próxima vez la escondo en cuanto llegue. Y además nos robaron media hora de siestasana, ni karma ni nada, no se lo perdono.

Bueno, algo si les disculpo, cuando pasamos a la siguiente actividad: “merendola”. Bizcocho, galletas, frutos secos, frutas no tan secas, infusiones,… más gramos para la ya llena barriga, que diría el conocido manchego Sancho Panza.

Poco a poco la sala se fue llenando, incluso más que por la mañana, y allí estaba Devi, otra diosa, esta de Ganesha. Yo también tengo la mía, es más; cada una de las que allí estaba a mi también me lo parecían. Por cierto, había más hombres que otras veces, pero dioses no vi demasiados.

Devi, gracias por la dedicación, profesionalidad y corazón que pones estas chalas. El listón te lo pusiste alto, hablar sobre aquello que no vemos, lo inmaterial, el alma, la espiritualidad; pero he de decir que tus palabras estuvieron llenas de sentido, claridad y que aunque alto, te sobraron varias cuartas. Felicidades de todo corazón.

Y qué decir de Miguel, desde su acostumbrada sencillez, a corazón abierto, en pocos minutos nos enganchó, nos desarmó, nos destornilló de risa y después nos apuntilló. Desgranó el día, como si de una espiga se tratara, y manifestó con ironía una realidad que fuera del ambiente en el que estábamos sería totalmente diferente a nuestras sensaciones y percepciones.
Todos captamos su mensaje que puso nombre a este relato: El Yoga es vida, la vida es Yoga, así de sencillo.

Termino Miguel y ya puestos, entre muchas diosas y pocos dioses, apareció un ángel y se sentó en el altar, bueno una ángela para ser exactos. En definitiva, KUMARI, nuestra compañera de Salamanca.

Con esa voz cálida, acogedora que más que hablar invita a decir “sí voy”, nos presentó el IV Congreso de Yoga Naradeva. Lo hizo de una manera que será muy difícil que, todos los que estábamos allí, no repitamos el 31 de octubre en Salamanca, y nos veamos de nuevo en la Abadía de los Templarios. Allí, bajo el lema: “Volver a las Raíces”, se enmarcará la próxima edición.

Y es que ciertamente Naradeva sigue su camino al igual que nuestro Día con Yoga que continuaba de una manera muy animada….

Las colchonetas volaban, los cojines las seguían, y unas tras otras salían disparadas por las ventanas de la sala de Yoga en dirección a la pradera. La cosa fue cogiendo ritmo y directamente sin mirar y como si de una marea azul se tratara, el suelo de la sala de Yoga estaba ya listo para recibir a los más de 120 yoguis que, ante la atenta mirada de Ananta y Uma, se disponían gratamente a practicar por fin, sí por fin, una desea clase de asanas.

Y que pensáis, ¿qué Ganesha solo tenía como misión hacerse cargo de la campanita y ser nuestro guía en la ruta de senderismo?, pues no.

Ganesha, reúne cualidades que unidas a su cada vez más amplia experiencia le hacen ser, en mi opinión y seguramente en la de muchos de los que allí estábamos, uno de los mejores maestros de Yoga de España. Todo un lujo para Naradeva, y para aquellos que tenemos la fortuna de recibir sus clases y enseñanzas, aunque solo sea de vez en cuando.

El ya está listo, visera en cabeza, y frente al micrófono, (todavía con cable). Observa como poco a poco las colchonetas que llenan la verde pradera van siendo ocupadas y todos esperan que empiece la clase. ¿Cómo describirla?, en una sola palabra ¡Sensacional!

Ananta, inagotable, volvió a dirigirse a todos los allí presentes junto al resto del equipo del Ashram que ya he ido mencionando en este relato, a excepción de dos diosas encargadas de “mimar” nuestro interior, Esther y Finuca. Ambas se ocuparon de una pieza básica en el engranaje del Centro: la cocina, que no paró en todo el día.

Palabras de agradecimiento y de felicitación para todos, meditación y mantras cerraron la clase y… volvieron las “hormiguitas” que con mucho mas orden llevaron de nuevo el mar azul a la sala de Yoga.

El ritmo se tranquilizaba, la clase de yoga había tenido un efecto de sosiego y con esta sensación de familiaridad fuimos… ¿a dónde?, ja,ja,… pues a cenar, dónde si no.

Como bien dijo Miguel, si lo vivido hoy lo contáis a personas ajenas al Yoga, ellos verán solo que te has pasado el día, escuchando, hablando, comiendo y haciendo ejercicio. Pero lo que tú sientes en tu corazón es que ha sido un día pleno de Yoga, o lo que es lo mismo, pleno de vida.

Besos y abrazos de despedida,… un verdadero placer para mí y mi familia haber podido disfrutar, un día más, de la magia Naradeva y de todos vosotros.

P.D.: Mil gracias a Ananta y Uma por dar vida a su sueño y crear este oasis que alimenta y regenera los nuestros.

Namasté
Daksha – Profesor de Yoga y Meditación



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